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¿Por qué los jóvenes de Ecuador eligen universidades rusas?

Las selvas del Ecuador albergan grandes reservas de petróleo, pero los extranjeros tienen temor trabajar en la selva amazónica. Las empresas locales necesitan especialistas con conocimiento de las tecnologías modernas. La ecuatoriana Valeria Quiroz estudia actualmente en San Petersburgo, Petroquímica. La joven comparó el sistema educativo de Rusia y América Latina y contó por qué fue a una universidad al otro lado del mundo.

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“En comparación con otros países donde hay reservas de hidrocarburos, recientemente comenzamos a desarrollarlas con fines comerciales y de exportación; solo en 1973 producimos el primer barril de petróleo. Inicialmente, nos ayudaron expertos extranjeros. Llegó la empresa estadounidense Gulf Oil (luego pasó a llamarse Chevron), realizó una exploración geológica, encontró depósitos, ayudó a establecer la infraestructura e iniciar el proceso. Pero los campos petroleros están en la selva. Y los extranjeros simplemente no podían trabajar en las selvas tropicales: mayor humedad, animales salvajes, serpientes, insectos y lluvias tropicales. Los lugareños saben cómo llevarse bien con este mundo. Por eso, los estadounidenses enseñaron a los ecuatorianos los fundamentos de la profesión y algunos abandonaron el país. Como resultado, hoy la mayoría de los campos son propiedad de nuestra empresa estatal PetroEcuador. Como extranjeros están presentes la Compañía Nacional de Petróleo y Gas de China y la española Repsol” dice Valeria Quiroz, estudiante de posgrado de la Universidad Minera de San Petersburgo.

Según la joven, existe escasez de especialistas en el país, las personas que se emplean en la industria minera no tienen educación científica, sino experiencia, fueron a trabajar y adquirieron un cierto conjunto de habilidades a lo largo de los años.

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“Un punto igualmente importante: con el inicio de la minería, hubo constantes enfrentamientos entre indígenas y trabajadores petroleros. Cuando los colonialistas españoles llegaron a nuestras tierras, algunos de los pueblos indígenas acordaron vivir con ellos en el mismo territorio, mientras que otros optaron por adentrarse en la selva o escalar la Cordillera de los Andes. Se trata de una multitud de pueblos que representan aproximadamente el 7% de la población del país (alrededor de 1,2 millones de personas). Algunos de ellos no saben español y llevan la forma de vida más cerrada. La esencia de los enfrentamientos fue que las empresas no tomaron ninguna medida para proteger el medio ambiente. Los derrames de petróleo, la quema de gas y los desechos sin tratar, que fueron vertidos directamente en los bosques, afectaron negativamente la ecología local. Por lo tanto, los pueblos indígenas no permiten que los ingenieros ingresen a los campos que se encuentran en sus territorios. La misma opinión es compartida por los habitantes de la zona montañosa, donde ahora se han descubierto reservas de mineral. Esta es una situación muy difícil para nuestro país, los conflictos duran décadas, se están presentando demandas colectivas en los tribunales de Estados Unidos y Ecuador. Sin embargo, la producción no se puede detener, porque brinda las condiciones para el desarrollo de todo nuestro país. No podemos sentarnos sobre minerales y no tocarlos, sabiendo que aportán a nuestro presupuesto”, enfatiza Valeria.

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La joven ecuatoriana cree que las personas a quienes el Estado les compra tierras en la selva amazónica deben recibir una compensación digna y garantías sociales. Pero lo principal: para resolver la situación, es necesario involucrar a un tercero, invitar a expertos internacionales que realicen un análisis objetivo del nivel de contaminación del suelo, el aire, el agua y el trabajo de las propias empresas. Con base en sus resultados, se podrán emitir recomendaciones sobre cómo debería realizarse la minería en su sentido moderno.

Según British Petroleum, Ecuador ocupa el puesto 17 en el mundo en términos de reservas de petróleo (8 273 millones de barriles) y el 26 en términos de producción de petróleo (542 mil barriles / día).

A Valeria siempre le interesó la química: le gustaba hacer experimentos sencillos, para lograr la pureza del material o el cambio de color. Sus padres trabajan en el campo de los productos farmacéuticos y salud, por lo que pudieron inculcar el interés por la ciencia desde la infancia. Además, el sistema educativo en el país estaba estructurado de tal manera que, incluso en la escuela, se iniciaba con una división en tres áreas: clases con estudio en profundidad de química, matemáticas o formación general.

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Después de terminar la escuela secundaria, la joven ingresó a la Escuela Politécnica Nacional en Quito y se mudó a la capital desde su ciudad natal de Ibarra. Es la universidad técnica más popular del país, pero cuando leyó sobre el concurso Rossotrudnichestvo en el sitio web del Ministerio de Educación Superior de Rusia, cuyos ganadores podián estudiar gratis en una de las universidades rusas, inmediatamente decidió participar en él.

¿Por qué hice eso? Cuando era niña, leí sobre Dmitry Mendeleev y me sorprendieron sus descubrimientos y logros. Cuando me interesé más en cómo se enseña la química en Rusia, descubrí que la educación aquí va en diferentes direcciones: petroquímica, bioquímica farmacéutica, agroquímica y otras. No existe tal posibilidad en Ecuador y, por lo tanto, no hay especialistas de perfil estrecho en absoluto. Todo el mundo se convierte en ingeniero químico. Fue esa realidad la que me atrajo en primer lugar. Además, un nuevo idioma y una nueva cultura nos permiten ampliar los límites de una persona para comprender el mundo. Tomé la decisión. Junto con mi novio, presentamos los documentos y ambos recibimos 2 becas de 30 asignadas”, recuerda Valeria.

La oportunidad de seleccionar la ciudad y la universidad deseadas apareció en el programa Rossotrudnichestvo hace unos pocos años. En el mismo año en que Valeria recibió la cuota, solo el destino determinaba el futuro lugar de estudios del estudiante. Por lo tanto, el novio de la joven terminó en San Petersburgo, y ella misma, en Belgorod. Un pequeño pueblo con un ritmo de vida que le recordó a la joven su natal Ibarra. Ingresó a la universidad tecnológica local en la Facultad de Tecnología Química, pero estudiar allí, era igual que en Ecuador, no tenía separación por especializaciones.

“Yo quería estudiar exactamente petroquímica, ya que evaluaba mis perspectivas de futuro en casa; en este momento, los negocios del petróleo y el gas y la industria energética se están desarrollando activamente en nuestro país. Por ejemplo, hasta ahora solo dos refinerías están en operación, y la construcción de centrales hidroeléctricas comenzó hace solo 8-9 años. Después de estudiar en la facultad preparatoria, vine a San Petersburgo para las vacaciones de mayo. Me recibió una atmósfera completamente diferente. Nunca es aburrido aquí: teatros, museos, parques, bibliotecas enormes, cafés, una arquitectura magnífica. ¡Me enamoré de la ciudad!” comparte Valeria.

Cuando llegó el momento de irse, se paró en la estación de tren con impotencia. Y luego escuchó que alguien se dirigía a ella en español: “¿De dónde eres?” Por voluntad del destino, el joven resultó ser un ecuatoriano. Hablaron, Valeria le explicó la situación. Milton, como se llamaba al joven, resultó ser un estudiante de posgrado en la Universidad de Minería. Dijo que en su universidad se estudiaba petroquímica y llamó al decano de estudiantes extranjeros. Un par de días después, la joven fue invitada a una reunión en la institución de estudios superiores. Según ella, el personal solo hizo una pregunta: “¿De verdad quieres aprender?” y gracias a sus esfuerzos, la estudiante logró obtener un traslado a San Petersburgo con la preservación de su beca.

“Me di cuenta muy rápidamente de que estaba en una universidad de clase mundial. Aquí vi por primera vez cómo los estudiantes trabajan de forma independiente en los laboratorios, realizan sus experimentos, sin temor a equivocarse. Lamentablemente, en Ecuador siempre hay un muro inquebrantable entre maestro y alumno. No se basa en el respeto o el asombro, sino en el temor, que se impone y no permite el libre pensamiento. Siempre tuvimos un poco de temor que si rompíamos algo, debíamos pagarlo o si se nos expulsaría. Había temor tocar incluso instrumentos elementales. En Rusia, si algún experimento no te sale, el maestro simplemente pide que lo repitas hasta que logres el resultado deseado. Por supuesto, me encontré con la barrera del idioma. Aunque me fue bien en las tareas del laboratorio, no pude defenderlas verbalmente. De alguna manera me sorprendió cuando un maestro me habló en español, queriendo escuchar mi defensa”, recuerda Valeria.

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Entre otras ventajas de la Universidad Minera, la joven destaca las prácticas educativas anuales y las prácticas industriales. En Ecuador, el plan de estudios no brinda esa oportunidad, por lo que los jóvenes ingresan a la empresa solo después de egresar. Durante sus estudios en la universidad técnica más antigua de Rusia, Valeria como ingeniera logró realizar pasantías en la refinería de NIS Novi Sad- Gazprom en Serbia, Repsol en España, SpecTec en San Petersburgo, y dos veces fue a ejercer en su tierra natal, a la metalúrgica ANDEC y la petrolera PetroEcuador.

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“Yo pude evaluar las dificultades que enfrentan las empresas latinoamericanas en cuanto a la formación de sus empleados. Por ejemplo, hace un mes hubo un deslizamiento de tierra en Ecuador, y se suspendió la transportación de petróleo en el país. El oleoducto principal que conecta los campos de la selva con instalaciones de almacenamiento y una refinería de petróleo a lo largo de la costa del país resultó dañado. El trabajo de restauración acaba de finalizar. No solo el desastre natural fue el culpable del accidente, sino también el hecho de que la estructura en sí no era duradera y moderna. Cuando estuve en una refinería ecuatoriana, se estaban actualizando equipos allí. Trajeron nuevas instalaciones, pero simplemente se quedaron ahí. Los especialistas capaces de gestionarlos podrían contarse con una mano. Saben qué botón presionar para iniciarlo, pero no comprenden el proceso que sucede” - acota la estudiante de posgrado.

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Después de graduarse de la ingeniería, la joven logró obtener una beca para estudiar una maestría y luego otra beca en el Departamento de posgrado. Esto requirió la publicación de artículos científicos y la participación en importantes conferencias. Por ejemplo, recibió su diploma al Primer Nivel en la conferencia CINAREM 2017 en Cuba, participó en el Foro de Petróleo y Gas en San Petersburgo 2017 y en la Conferencia Internacional de Petróleo y Gas en Moscú.

“En el futuro, planeo regresar a mi tierra natal para compartir el conocimiento que he adquirido con especialistas locales. Inicialmente, espero dedicarme algunos años a trabajar en empresas, adquirir experiencia industrial y luego convertirme en docente en una de las universidades técnicas del país. Por supuesto, echaré de menos San Petersburgo. En Rusia, me gusta la gente y el significado que le dan a la palabra "amigo". Estoy segura de que mis amigos rusos estarán encantados de ayudarme si necesito su apoyo. Siempre recordaré la cultura de lectura local. En ningún otro lugar he visto tanta gente con libros: en el transporte, en un café, a veces incluso en el camino. Hay una cultura completamente diferente en Ecuador, a mi gente le encanta bailar y cantar, caminar y disfrutar de la naturaleza, y realmente extrañaré este ambiente tranquilo e inteligente de la ciudad en el Neva”, resume la joven.

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Cuando Valeria llegó a Rusia, nuestro país aún no era popular en el mercado educativo de América Latina. La información sobre universidades era escasa, por lo que los jóvenes buscaban matricularse en universidades americanas y europeas. Casi diez años después, la situación ha cambiado drásticamente.

“Hoy en día, muchos ecuatorianos reciben educación superior en Rusia y la mayoría de ellos es por contrato. El costo de la educación es bajo y la calidad dependiendo de las carreras/especializaciones es superior a la nuestra. En el año 2000, el dólar americano se convirtió en la moneda nacional de nuestro país, lo que llevó a que hoy la educación en una universidad comercial ecuatoriana sea más cara que en una rusa. Dos años de maestría en nuestro país cuestan 8 mil dólares, en Rusia, 6 mil dólares”, dice la estudiante de posgrado.

Además, Ecuador está considerando recortes en el presupuesto de educación superior. Esto afectará directamente a las universidades estatales: reducirán el número de profesores, se recortarán sus salarios y se reducirán las matrículas a los estudiantes. Eso dará lugar a otra oleada de interés entre los jóvenes locales en universidades extranjeras.