A lo largo de la historia, la actitud de la humanidad hacia los minerales ha sido ambigua. Algunas piedras eran veneradas como sagradas, otras, por el contrario, eran consideradas malditas, y sin una tercera era imposible imaginar su existencia. Esta última incluye al mineral, que hoy ha perdido su antiguo esplendor, aunque gracias a este se encendieron las chimeneas de los castillos medievales y las primeras pipas de fumar. Desde lejos, se puede confundir con una piedra preciosa. Hace varios siglos, fue esta fatídica similitud con el famoso metal lo que enloqueció a miles de buscadores de tesoros naturales.